Entrevista exclusiva
Eduardo Chirinos: la memoria de un testigo de la poesía peruana
Jueves, 25 de abril de 2013 | 6:40 am
El destacado poeta ha publicado, recientemente, ‘Hojas sin tallo’: libro que reúne todas las entrevistas que realizó para los suplementos Perspectiva y Culturas, hace treinta años.
'Hojas sin tallo', es un importante registro, cuyo valor radica en cómo un joven periodista trataba la noticia en los años 80’.
Así, el ganador de los premios Casa de América (2001) y Generación 27 (2010), nos sorprende con esta publicación en la que destacan entrevistas a Carlos Germán Belli, Wáshington Delgado, Jorge Eduardo Eielson, Abelardo Oquendo, Juan Gonzalo Rose, Marco Martos, entre otros.
Zejo Cortez
Eduardo: ¿De qué manera las entrevistas de ‘Hojas sin tallo’ influyeron en tu camino literario?
De una manera directa y sencilla: con el conocimiento directo de poetas, narradores, dramaturgos y críticos literarios que de otro modo no hubiera tenido oportunidad de conocer.
Yo tenía entre veinte y veintitrés años cuando empecé a trabajar para el suplemento dominical de La Prensa, estaba definiendo mi vocación literaria (o, mejor dicho, aceptando la fatalidad de escribir poemas) y me interesaba saber qué futuro me esperaba en la figura de aquellos que habían aceptado seguir esa vocación contra la cual mis padres me habían advertido.
Como entrevistador no buscaba ‘modelos’, buscaba complicidad. Además, el periodismo (sumado a la enseñanza en un instituto de preparación pre-universitaria) me permitió pagarme los estudios de literatura en la Universidad Católica, de modo que esas dos vertientes formativas, la periodística y la universitaria, apuntalaron en forma decisiva mi ‘camino literario’.
¿Cómo fue el proceso de redescubrimiento de las entrevistas, qué te llevó a publicarlas?
En aquella época (te hablo de los años ochenta) nadie contaba con la ventajas que hoy nos ofrece la computadora, de modo que si querías conservar las entrevistas, comentarios y reseñas tenías que recortarlas y archivarlas en un fólder.
Ese fólder lo tuve guardado en una caja que nunca me animé a abrir. Allí se amarillaron con el paso del tiempo, esperando con paciencia la relectura. Pues bien, por razones de salud, el año pasado tuve que quedarme en Lima más tiempo de lo previsto.
Fue entonces que me animé a visitar ese fólder y descubrí, para mi sorpresa, que muchas de las entrevistas me resultaban inquietantes, y no precisamente porque estuvieran bien hechas (nunca fui un entrevistador profesional), sino porque hacían carne en preocupaciones sobre las que, treinta años después, aún sigo indagando.
¿Cuál es la entrevista que más te gustó llevar? ¿Por qué?
Todas ellas me depararon alguna satisfacción particular: entrevistar a poetas que admiraba como Juan Gonzalo Rose (quien publicó la primera nota que apareció sobre mi primer libro), o Jorge Eduardo Eielson (a quien ya había conocido en Milán); a críticos con los cuales hice luego amistad, como Abelardo Oquendo o Alberto Escobar; a poetas jóvenes que ahora son amigos entrañables como Jorge Eslava; incluso a la estrafalaria bruja que predijo la muerte de Haya de la Torre…todas ellas fueron llevadas con el mismo placer que guía la creación literaria.
¿Qué particularidad te causó asombro de algunos entrevistados?
La simpatía y la curiosidad de Rose, el cariño y la amabilidad de Eielson, la franqueza y la sinceridad de Escobar, la precisión crítica de Oquendo, la sabiduría de Quizpez Asín, la razonada indignación del librero Mejía Baca, la divertida y sorprendente Faraona…son muchas las cosas que rescataría de los entrevistados, y todas ellas fueron, entonces y ahora, una lección para mí.
¿Qué actividades vienes realizando por España y en Estados Unidos?
En Estados Unidos radico desde hace ya veinte años. Estoy dedicado a la docencia (soy profesor de literatura hispanoamericana y española). De España acabo de volver luego de presentar 35 lecciones de biología (y tres crónicas didácticas, que acaba de aparecer en la editorial granadina Valparaíso; y de inaugurar en Málaga el ciclo de lecturas poéticas “A cielo abierto”, donde participan poetas de todas partes del mundo, como el español José Caballero Bonald y el premio Nobel Tomas Tranströmer.
EL DATO:
Trayectoria de Eduardo Chirinos
En poesía sus títulos más recientes son El equilibrista de Bayard Street (1998), Abecedario del agua (2000), Breve historia de la música (ganador del Premio Casa de América, 2001), Escrito en Missoula (2003), No tengo ruiseñores en el dedo (2006), Humo de incendios lejanos (2009, 2010), Mientras el lobo está (ganador del XII Premio Generación del 27) y la plaquette Catorce formas de melancolía (2010).
Como ensayista ha publicado El techo de la ballena (1991), La morada del silencio (1998) y Nueve miradas sin dueño (2004), además de libros misceláneos donde conviven la prosa crítica con la crónica y el verso: Epístola a los transeúntes (2001), El fingidor (2003) y Los largos oficios inservibles (2004). Ha publicado traducciones de Mark Strand (Sólo una canción, 2004) y Louise Glück (El iris salvaje, 2006).
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