Calatos aislados que habitan en Madre de Dios
Sabado, 18 de mayo de 2013 | 4:30 am
En estado puro. Madre de Dios no solo es noticia por la minería informal. El departamento amazónico ubicado en el suroriente peruano tiene paisajes exuberantes y pueblos indígenas que nunca entraron en contacto con la vida urbana. Forman parte de la megadiversidad racial que se requiere conservar.
Sandra Bellido Urquizo.
Colaboración desde Madre de Dios
Colaboración desde Madre de Dios
“Mi padre murió flechado por los 'calatos'. No les guardo rencor, son nuestros hermanos y sé que solo defienden sus territorios”, afirma Zacarías Flores, agente del puesto de vigilancia ubicado cerca a la comunidad nativa de Diamante, a orillas del río Alto Madre de Dios en la provincia del Manu. Hace tres años se produjo el ataque en el sector de Yanayacu en contra de Nicolás Flores, el padre de Zacarías, más conocido como “Shaco”. La flecha provino de los nativos no contactados -así se define al aborigen que no ha tenido vínculo con la civilización moderna-. No saben nada de mercados, tiendas, medios de comunicación y todo lo que implique la vida urbana o semirural.
La noticia corrió como reguero de pólvora. Una comitiva de autoridades del Gobierno Regional, de Salud, de la Policía Nacional y de la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), se trasladó en helicóptero a la alejada comunidad. Brindaron ayuda a los deudos y luego emitieron normas para declarar restringido el tránsito fluvial por esta parte del río Alto Madre de Dios.
A meses del incidente, en febrero del 2012, la Fenamad instaló un puesto de vigilancia en este sector y precisamente Zacarías fue contratado como agente para proteger a los indígenas del pueblo mashco piro o “calatos”. Éstos esporádicamente salen a las orillas a pedir ollas, machetes, plátanos, a los pasajeros de las canoas en este tramo del río Madre de Dios. Muchos son turistas y madereros.
Zacarías habla el yine, similar a la lengua de los “calatos”, confiesa haber tenido varios encuentros con los indígenas en la orilla opuesta. Se acerca en el bote, pero no desciende a sus territorios. En forma pacífica les pide que dejen sus flechas en el suelo. Al establecerse una relación de confianza mutua, los indígenas le piden “¡sawnawu! ¡sawnawu!”, que significa plátano.
Pero Zacarías sabe que no puede darles. Está prohibido por normas que protegen a los indígenas en aislamiento voluntario. A diferencia de la primera mitad del siglo XX, donde los misioneros evangelizaron a la fuerza a poblaciones indígenas como los Harakmbut, hoy no puede haber un contacto forzado y menos un acercamiento, porque son vulnerables a enfermedades occidentales.
LA HISTORIA DEL CAUCHO
Según la National Geographic, los pobladores originarios de Madre de Dios llegaron a estas selvas hace 12 mil años. Son siete pueblos indígenas: los Ese Eja, Harakmbut, Matsigenka, Yine, Amahuaca, Shipibo y Kichwa Runa, que habitan en 33 comunidades nativas de esta región.
Además están los Mascho Piro y los Yora, los definidos como no contactados. Aunque no se sabe cuántos son ni cómo se organizan, varones, mujeres y niños se movilizan en grupos y recorren grandes distancias. Se los ha visto no solo en el río Alto Madre de Dios, también en Las Piedras y en el Tahuamanu.
En las últimas décadas, antropólogos, indígenas, misioneros y otros estudiosos intentaron reconstruir la historia de estos pueblos.
El antropólogo alemán y consultor Klaus Rummenhoeller narra los maltratos que recibieron estos indígenas. Fueron esclavizados a fines del siglo XIX y comienzos del XX para la explotación del caucho. Los sobrevivientes escaparon y se adentraron en las profundidades de la selva. Esta traumática vivencia los llevó a alejarse de la sociedad occidental para asegurar su supervivencia.
Hoy sus descendientes habitan en las zonas de frontera con Brasil o en las nacientes de los ríos de los departamentos de Loreto, Ucayali y Madre de Dios. Viven de lo que la naturaleza les ofrece: son cazadores y recolectores. En época de verano bajan a las “playas” para recolectar huevos de taricayas y de otros animales. Los que los han visto afirman que son robustos, altos y no tienen señales de estar desnutridos.
Al igual que en la época del caucho, hoy son varias las amenazas que deben enfrentar contra su ecosistema y su propia existencia: la presencia de madereros ilegales, demisioneros que buscan evangelizarlos, proyectos viales e hidrocarburíferos promovidos por el propio Estado que atentan contra el derecho a su autodeterminación y hasta de los turistas que intentan satisfacer su morbosidad entrando en contacto con ellos.
La legislación que los protege
- El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo ratificado por Perú establece obligaciones concretas para garantizar sus derechos con relación a las culturas y sus formas de vida, la adopción de medidas especiales necesarias para salvaguardar a las personas y a las instituciones indígenas.
- Los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario de Madre de Dios no tendrán DNI, pero son parte de nuestra realidad y nuestra cultura, y hay que protegerlos de las amenazas que se ciernen sobre ellos. Por las características de la norma, el Estado tiene la obligación de aplicar una consulta previa si pretende llevar adelante proyectos económicos que pudiesen alentar la desaparición de estas etnias. La consulta previa empezó aplicarse en asentamientos aborígenes en la región Puno.
- http://www.larepublica.pe/18-05-2013/calatos-aislados-que-habitan-en-madre-de-dios
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