miércoles, 29 de mayo de 2013

Señor de Qoyllur Rit’i: fe de altura del Cusco

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Víctor Zea y José Salcedo. 
Cusco.
Es domingo de madrugada. Un viento gélido golpea los rostros de más de cien mil peregrinos que suben a pie hacia los parajes del santuario de Sinakara, en busca del Señor de Qoyllur Rit’i, “estrella de nieve” en quechua, para adorarlo. Mahuayani es el punto de partida de la peregrinación hacia el santuario donde se llega tras tres o cuatro horas de agotadora caminata cuesta arriba. 
Son ocho kilómetros de inhóspitos parajes entre dos cadenas de cerros que solo se pueblan entre mayo y junio de cada año. A pesar del frío, niños, adolescentes y ancianos avanzan en busca del Señor de Qoyllur Rit’i. La fe y devoción por el Señor mueve los entumecidos pies de los fieles por el implacable frío de las alturas cusqueñas.
Según los cronistas, el Señor de Qoyllur Rit’i es el Cristo que la Iglesia mandó pintar sobre una roca a casi 5 mil metros de altitud. Buscaban borrar la adoración de los descendientes incas a la montaña de nieve Colquepunku, que hoy se derrite poco a poco. 
Por eso la festividad del Señor de Qoyllur Rit’i es fruto del sincretismo religioso entre la cosmovisión andina y la fe católica. Hace dos años esta celebración fue incluida en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la Unesco, por su riqueza cultural, religiosa y artística.
Armando Aguayo Figueroa, un estudioso cusqueño, señala que el origen de la fiesta es precolombino y su incorporación por parte de la Iglesia a sus ritos se remonta a 1780, luego de la muerte de Túpac Amaru II. En ese sentido, el elemento de veneración al sol es uno de los rezagos más fuertes que quedan de la fiesta original prehispánica.
La Iglesia Católica cuenta otra historia. Dice que un niño pastor llamado Mariano Mayta estableció amistad con un niño de tez blanca de nombre Manuel. Él lo ayudó en su labor pastoril y le dio comida durante varios días. Como usaba ropa vieja, Mariano cortó un retazo y fue al pueblo a comprar vestimenta del mismo material. Grande fue la sorpresa cuando los comerciantes le dijeron que era tela de obispo.
Las autoridades buscaron a Manuel, pero él desapareció. Sin embargo, en un árbol de Tayanca quedó la imagen de Jesús. Desde aquel año, 1780, los fieles se dirigen a ese lugar y lo veneran.
FIESTA DE LAS NACIONES
La peregrinación al Sinakara se lleva a cabo 58 días después del Domingo de Pascua. Dos días antes del Corpus Christi es su día central, es decir hoy, a casi 5 mil metros de altitud. Para el jueves, día del Corpus Christi, llegan a Cusco la mayoría de naciones para participar en la procesión de los 15 santos y vírgenes. Son 14 las naciones que conforman la hermandad del Señor de Qoyllur Rit’i y presentan más de 500 comparsas que danzan incansablemente durante varios días en el santuario.
Las naciones son de distintas provincias del Cusco y de los departamentos de Puno, Arequipa, Apurímac y otras zonas del país. Las danzas que se presentan son autóctonas de las alturas del Cusco. Los atuendos de los danzarines imitan los colores vistosos de la fauna y la flora local.
En Qoyllur Rit’i los pabluchas o ukukus son los guardianes de la fiesta. Mitad hombres mitad osos, enfundados en sus trajes de lana multicolor y cubiertos con pasamontañas, se encargan de repartir los castigos y vigilan que no se falte el respeto al Señor. Castigan también a quienes consumen bebidas alcohólicas.
Durante todo el recorrido hay un ritual muy particular. Los peregrinos cogen piedras y las ponen en sus bolsillos para colocarlas en las doce cruces que hay en el recorrido. Ahí los depositan en unos altares en forma de casitas llamados Apachetas. Dicen los peregrinos que ahí viven los espíritus protectores de los caminos. Estas piedras representan sus pecados expiados, así como sus mayores deseos. También hacen allí, sus ofrendas de coca, conchas y flores.

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